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Trabajadoras en tiempos del COVID-19: El impacto de la crisis en la ruralidad femenina en Extremadura

Lourdes Núñez Cumplido

▷ Trabajadoras en tiempos del COVID-19 🧲El impacto de la crisis en la ruralidad Femenina en Extremadura

Trabajadoras en tiempos del COVID-19

El sector agroalimentario, para Extremadura, es de vital importancia, debido al peso específico que posee en

nuestro PIB, tanto en agricultura como en exportación de productos ganaderos. Pero igualmente, lo es por la amplia ruralidad y la configuración del mapa específico de nuestra región

Por Lourdes Núñez Cumplido


Extremadura se encuentra entre las 6 comunidades autónomas con mayor presencia de asociaciones cooperativas agroalimentarias, con 278 cooperativas que suponen un 8,7% del cooperativismo

nacional, y sin embargo solo 3 cooperativas, con datos de 2018, ha realizado alguna

acción en materia de igualdad y solo hay un 9% de representación en órganos de decisión del sector.

Aún siendo cierto que, en estos tiempos, el sector no ha sido de los más afectados a causa de la pandemia, no por ello hemos de obviar que en términos globales ha sufrido a lo largo del año una caída del PIB de casi el 11%, siendo,

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por su importancia en la región, el segundo más afectado por esta crisis, tan sólo superado por el sector servicios, que

además se ha visto bastante mermado por el descenso de ocupación en el ámbito del turismo rural.

La Junta de Extremadura lanzó lo que denomina Ayudas LEADER,

Como intento de paliar esta situación, la Junta de Extremadura lanzó lo que denomina Ayudas LEADER, de carácter excepcional, valoradas en alrededor de 3,7 millones de euros.

¿Cuál es el problema? Que estas ayudas han sido destinadas a la modernización de la maquinaria e iniciativas de negocios que,

como es sabido, no están en manos de las mujeres extremeñas, por lo que no ha repercutido en la estabilidad contractual de las mismas,

ni en la eliminación del suelo pegajoso que en este sector es predominante.

Se centró en poder cubrir las necesidades de temporeros

A inicios de la pandemia, la gran dificultad se centró en poder cubrir las necesidades de temporeros que pudiesen acometer las campañas de recolección, y es aquí,

donde la mujer extremeña, se desveló como sector esencial, aunque no debidamente reconocido, ya que, por sus cualidades, suele ser la más contratada en este tipo de trabajos.

Además se reincorporó a las labores del campo, paradójicamente, debido a que, al hecho de que en la mayoría de las familias el otro progenitor se encontraba en situación de ERTE,

y nosotras pudimos dejar de reducirnos las jornadas por motivos de conciliación y reingresar al 100% en nuestra jornada habitual.

Es obvio que los pequeños empleos de las zonas rurales, que suelen estar en manos de las mujeres, se han visto resentidos a causa de la pandemia, teniendo incluso que cerrar muchos establecimientos.

Un fenómeno acrecentado, como no, por la obligación de haber tenido que hacer frente nuevamente a las tareas del cuidado en

estos tiempos, dado que de por sí cuentan con muchos menores recursos que las zonas urbanas para poder conciliar.

Realizando una labor, que además de esencial, ha sido de riesgo elevado, donde las trabajadoras temporeras se encuentran en una situación de

vulnerabilidad por las condiciones higiénico-sanitarias de su trabajo, donde el índice de incidencia de brotes se ha situado en un 15,72%.

La población activa está abandonando a lo largo del año el sector agroalimentario, caracterizado, además, por una inusitada temporalidad y por tanto, precariedad en el empleo.

Ésta afecta a más del 50% de sus trabajadoras, lo que pone de manifiesto el alto índice de rotación del sector.

Estas mujeres, no sólo han logrado sacar adelante el trabajo que había de desempeñarse, sino que, más allá de esto, han incrementado su aportación, ofreciendo la confección y reparto de equipos de protección.

Sabiendo que, además, por las características de despoblación de este medio, las escasas infraestructuras y la realización de su trabajo en medio abierto, no hace favorable la propagación del virus,

como se ha pretendido anotar, pero sí es cierto que debido a los escasos recursos sanitarios, allí donde se ha producido, los efectos han sido peores por la ausencia de asistencia sanitaria.

Hemos de tomar estas circunstancias como una oportunidad para reconstruir un mundo rural, con perspectiva de género,

en igualdad real de condiciones y donde nuestra labor, no se circunscriba a la recolección y los trabajos de base,

sino que se apueste realmente por el emprendimiento femenino en el medio rural.

Para ello es imperioso reconducir la formación y capacitación de la mujer rural en Extremadura;

replantearse la cobertura sociosanitaria de la zona rural y mejorar la red de transporte del medio rural, que han quedado de manifiesto como altamente escasa en estos tiempos de pandemia y, sobre todo, adecuar los estatutos de las cooperativas a la nueva ley.

La COVID-19 nos ha debilitado porque las escasas mujeres que tenían cargos han tenido que volver a casa a las tareas del cuidado y sin retribución económica, obviamente, en un entorno donde, como en estas zonas rurales, los roles del cuidado están muy marcados.

Y por encima de todo, se están ralentizando todos los procesos que se habían iniciado en materia de igualdad en el entorno rural de Extremadura. Esto da la impresión de que, en tiempos de crisis, la igualdad es algo secundario, y nuestro papel en la sociedad rural “puede esperar”.

A estas mujeres que trabajaban en las cooperativas en el mundo agrario, les ha afectado mucho.

La doble carga de trabajo del cuidado y el trabajo en la agricultura ha sido muy marcada, entre otras cuestiones, porque la capacidad de teletrabajar no era tan tangible como en las zonas urbanas, debido a la brecha digital existente y a la falta de infraestructuras.

Esta infraestructura hay que mejorarla y solventar la de manera inmediata para poder acometer la nueva realidad cual es la venta on line, en tanto en cuanto, las ferias hoy por hoy no van a ser viables.

Fuente* Contraafirmaciøn.es

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